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La identidad y las proyecciones


Toda marca tiene origen en la actitud proactiva de alguien que se atreve a poner en el mercado un nuevo producto, servicio, compañía o institución. Sin ese primer entusiasmo no habría nada.

En muchos casos todo obedece a una estrategia empresarial con objetivos muy bien calculados, con estudios profundos del mercado, incluso con una metodología interna sofisticada para producir esa novedad. En otros casos vemos empresas o personas que a través de la intuición, visualizan esa oferta y deciden que el mercado la necesita.

Pero en todos los casos la punta de la iniciativa es una persona o un grupo, que no pueden evitar traer sobre la mesa sus propias experiencias y su forma de vida, pensando que esa es la forma universal, así ellos tengan una vida sofisticada y el producto sea muy popular, van a imponer sin darse cuenta sus experiencias previas y tomar un camino que puede contradecir aquel gran método o la iluminada idea inicial.

La suerte de esta profesión es que no hay una ciencia que la estructure, ni a ellos los promotores ni a nosotros los creadores. Si la hubiera, todo sería mucho más predecible y técnico. Sería una ingeniería y el mundo andaría lleno de marcas exitosas.

Lo peor de todo es que nosotros, los que hacemos las marcas y nos sentamos al otro lado de la mesa podemos no sólo comprar ese error si no además, aportar nuestra propia proyección al proyecto, incluso intereses creativos personales.

La mirada neutral es parte de ese escaso sentido común que la profesión necesita. Otra buena razón para permanecer siempre alerta.

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